Hoy te veo cansada fuera del sendero, ya casi sin fuerzas para hacer camino.
Hoy te veo sintiendo que la vida es dura, diciendo ya no puedo, diciendo ya no sigo...
Vengo a recordarte cómo es un comienzo, vengo a desafiarte con tu desafío.
Muévete en el alma, vuélvete al impulso, llévate a tí misma. Y podrás entonces encender tu lámpara en el tiempo oscuro, entre el viento frío.
Volverás a ser fuego desde brasas quietas, que alumbre y reviva tu andar peregrino. Volverás a susurrar aquella consigna del primer paso para un principio.
Muéstrame la garra que se necesita para levantarse desde la caída.
Muéstrame que somos guerreros de la vida plena, y todo nos guía hacia nuestro sitio.
Y que un primer paso, y que un nuevo empeño, nos lleva a la forma de no ser vencidos.
Que el árbol se dobla, se agita, estremece, deshoja y retoña, pero queda erguido.
Que el único trecho que da el adelante es aquel que cubre nuestro pie extendido.
Que tu voz despierte, desde tu certeza, a la que de cansancio se quedó dormida.
Y, tal vez, si quieres, te presto mis brazos, para incorporarte, nueva y decidida. Te haré ver las huellas, que allá están marcadas, de un paso tras otro por donde has venido. Y vendrá contigo una madrugada, la voz insistente para un nuevo inicio. Que abrirá caminos, cuando estés perdida.
¡Porque siempre se puede... se puede, mi querida amiga!
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