sábado, diciembre 29, 2007

• Receta para un excelente nuevo año


Tome doce meses que estén bien maduros. Vea que estén limpios de amargos recuerdos, de odio y rencores. Límpielos cuidadosamente de pegajosa malevolencia y quíteles cualquier mancha de mezquindad y pequeñez. Vea que en estos meses no quede nada del pasado y téngalos tan frescos y limpios como cuando salieron del Gran Almacén del Tiempo.
Corte esos meses en treinta partes iguales. Esa cantidad rinde trescientas sesenta y cinco porciones. No trate de cocinarlo todo a la vez, preparándolo día a día de la siguiente manera, ponga en cada uno de ellos:

12 partes de Fe
11 partes de Paciencia
10 partes de Entusiasmo
9 partes de Trabajo (no omita este ingrediente o echará a perder el gusto de su receta)
8 partes de Esperanza
7 partes de Fidelidad
6 partes de Libertad
5 partes de Amabilidad
4 partes de Descanso
3 partes de Oración
2 partes de Meditación
1 parte de Resolución

Bien seleccionada, agregue: una cucharada de Espiritualidad, una onza de Esparcimiento, un poquito de Simpleza y una taza bien limpia de Buen Humor.
Añada a todo esto Amor al gusto, mezcle con una buena dosis de Energía. Utilice un aderezo de Sonrisas y un poquito de Júbilo...
Después sírvalo con una salsa de Serenidad, Altruismo y Alegría. Esta receta da excelentes resultados en cualquier parte de la "Tierra"...
(Autor anónimo)

lunes, diciembre 24, 2007

• La Noche de las Noches


Cuando suenen las doce campanadas deja que tu corazón se envuelva en una alegría inmensa, dulce... tierna.

Nos ha nacido un Salvador.

No permitas jamás, que algo te lastime o te duela, recuerda que hay alguien, con el pañuelo en la mano dispuesto a consolarte, aliviarte y darte su amor.

Nos ha nacido un Salvador.

Piensa a cuántos les gustaría que tú les regalaras una sonrisa. Piensa cuántos esperarían que tú les estrecharas las manos con ternura. Cuántos esperarían una palabra de cariño de tus labios pues quizás estén más solos que tú.

Si tienes Familia, estréchalos contra tu corazón, apriétalos fuerte. Perdónalo todo, dale paz a tu corazón y disfruta del instante... la vida es tan corta, no hay tiempo que perder. Regálales tu amor y agradece a Dios por tenerlos esta noche junto a ti.

Pues nos ha nacido un Salvador.

Cuando el insomnio te haga dar vueltas desesperadamente en la cama, recuerda que hay alguien que puede sembrar sueños de paz en tu alma.
Cuando tu cruz te pese recuerda que alguien ya la llevó por ti.
Cuando te sientas humillado y burlado, recuerda que alguien ya lo sufrió por ti. Levanta tu cabeza mira hacia el cielo, mira la belleza de ese manto de estrellas y siente la ternura de ese Dios que se hizo Niño para habitar en tu corazón, para que vuelvas a nacer en esta Noche, con una mirada distinta... llena de ternura... con un corazón distinto, lleno de amor, con el alma llena de regocijo y cubierta de esplendor pues esta noche...

Esta noche... nos ha nacido un Salvador.

(Autor Anónimo)

domingo, diciembre 23, 2007

• Un árbol...


A mis amigos…
Yo quiero en esta Navidad, poder armar un árbol dentro de mi corazón…
Y colgar en él los nombres de mis amigos, familia, y gente a quien quiero.
Los que viven lejos y los que viven cerca, los que siempre están y los que ya se fueron… los que veo todos los días y los que raras veces veo, los que siempre recuerdo y los que a veces olvido… los de las horas más difíciles, y los de las horas intensamente felices, los que sin querer me hirieron…
Aquellos que conozco profundamente y aquellos que conozco poco, amigos de mi infancia y amigos de mi madurez…los que me enseñaron cosas de la vida y los que tal vez un poquito aprendieron de mi…
Quiero que éste árbol tenga raíces profundas y fuertes!
Para que los nombres de mis amigos, familia y seres queridos nunca sean arrancados de mi corazón…
Quiero un árbol de sombra agradable, que cubra la amistad, el cariño y la confianza.
Un árbol de Navidad que recuerde a todos los que conocí en las etapas de la vida… que sus hojas brillen por cada momento compartido… y que sus ramas iluminen con el espíritu de la Navidad…
Quiero un árbol en mi corazón que me llene de alegrías pasadas y presentes...
Que la estrella en lo alto, ilumine mi memoria y nunca me aparte de los afectos.
Quiero armar un árbol de Navidad en mi corazón que perdure en el tiempo…y soñar sereno con deseos para mis amigos…

Deseos de paz… esperanza y prosperidad!

sábado, diciembre 15, 2007

• El inventario de las cosas perdidas


Un día lo vi distinto. Tenía la mirada enfocada en lo distante. Casi ausente. Pienso ahora que tal vez presentía que ese era el último día de su vida.
Me aproximé y le dije:
- ¡Buen día, abuelo!
Y él extendió su silencio. Me senté junto a su sillón y luego de un misterioso instante, exclamó:
- ¡Hoy es día de inventario, hijo!

- ¿Inventario? pregunté sorprendido.
- Sí. ¡El inventario de las cosas perdidas! - me contestó con cierta energía y no sé si con tristeza o alegría. Y prosiguió:
- En el lugar de donde yo vengo, las montañas quiebran el cielo como monstruosas presencias constantes. Siempre tuve deseos de escalar la más alta. Nunca lo hice, no tuve tiempo ni la voluntad suficiente para sobreponerme a mi inercia existencial.
Recuerdo también a Mara, aquella chica que amé en silencio por cuatro años, hasta que un día se marchó del pueblo, sin yo saberlo.
- ¿Sabes algo? - continua el abuelo- También estuve a punto de estudiar ingeniería, pero mis padres no pudieron pagarme los estudios. Además, el trabajo en la carpintería de mi padre no me permitía viajar.
¡Tantas cosas no concluidas, tantos amores no declarados, tantas oportunidades perdidas!
Luego, su mirada se hundió aún más en el vacío y se humedecieron sus ojos. Y continuó:
- En los treinta años que estuve casado con Rita, creo que sólo cuatro o cinco veces le dije “te amo”. - Luego de un breve silencio, regresó de su viaje mental y mirándome a los ojos me dijo:
- “Este es mi inventario de cosas perdidas, la revisión de mi vida. A mí ya no me sirve. A ti sí. Te lo dejo, como regalo para que puedas hacer tu inventario a tiempo”.-
Y luego, con cierta alegría en el rostro, continuó con entusiasmo y casi divertido:

- ¿Sabes qué he descubierto en estos días?
- ¿Qué, abuelo?

Aguardó unos segundos y no contestó, sólo me interrogó nuevamente:
- ¿Cuál es el pecado más grave en la vida de un hombre?
La pregunta me volvió a sorprender y sólo atiné a decir, con inseguridad:
- No lo había pensado. Supongo que matar a otros seres humanos, odiar al prójimo y desearles el mal ¿Tener malos pensamientos, tal vez? Movió su cara de lado a lado, como reacción a mi respuesta errada. Me miró intensamente, como remarcando el momento y en tono grave y firme me señaló:
- El pecado más grave en la vida de un ser humano es el pecado por omisión. Y lo más doloroso es descubrir las cosas perdidas sin tener tiempo para encontrarlas y recuperarlas.
Al día siguiente, regresé temprano a mi casa, luego del entierro del abuelo, para realizar en forma urgente mi propio inventario de las cosas perdidas…


No perdamos más tiempo… no inventariemos cosas perdidas…

(Autor anónimo)

sábado, diciembre 08, 2007

• El valor de las pequeñas cosas


Aprende a escuchar la voz de las cosas, de los acontecimientos. Verás como todo habla, todo se comunica contigo.

Con cada falta de delicadeza, hiero un poco a aquellos que me aman.
Con cada desatención, no soy ni educado, ni cristiano.
Con cada mirada de desprecio, alguien resulta golpeado.
Con cada gesto de impaciencia, doy una bofetada invisible a los que viven a mi lado.
Con cada perdón que niego, va un pedazo de mi egoísmo.
Con cada resentimiento que esbozo, revelo algo de mi amor propio herido.
Con cada palabra áspera que digo, pierdo unos puntos para el cielo.
Con cada omisión que practico, rasgo una hoja del Evangelio.
Con cada limosna que niego, alejo más triste a un pobre.
Con cada juicio malicioso, aflora mi lado mezquino.
Con cada oración que no hago, pierdo un mundo de gracias.
Con cada burla que hago, peco contra el silencio.
Con cada llanto que enjugo, hago más feliz a un hermano.
Con cada acto de fe, canto un himno a la vida.
Con cada sonrisa que desparramo, planto una esperanza.
Con cada espina que clavo, lastimo el corazón de un semejante.
Con cada espina que arranco, alguien besará mi mano.
Con cada rosa que ofrezco, los ángeles dicen ¡AMEN!


(Roque Schneider)