jueves, noviembre 30, 2006

• Abriendo Círculos


Una vez cerrado el círculo, concluido el capítulo, nos corresponde iniciar otra etapa en nuestras vidas. A veces, el período que concluye es tan amplio, fue tan extenso que no se cierra un capítulo sino todo un libro. Sabemos que algunos de los personajes terminarán su participación, o porque quisieron o porque quisimos, y nos corresponde escribir la palabra: Fin.

Unos personajes volverán a participar y otros serán nuevos. Se inicia una nueva etapa de la vida, el primer capítulo del nuevo libro está por empezar... ¿Con qué motivación lo haremos? Con el sentimiento del amor.

El amor hacia esos personajes que nos acompañarán en esta parte de nuestra historia personal. Pero sobre todo con amor hacia nosotros mismos. No podemos amar si no sabemos amarnos. Esto nos permite elegir con cuidado a quienes podemos frecuentar y a quienes debemos evitar. Ese aprecio hacia nosotros mismos nos aconseja intervenir para ayudar a otros, pero retirarnos a tiempo para dejarlos actuar, así podremos oxigenarnos, tomar impulso y en caso de que nos vuelvan a necesitar estar en condiciones óptimas para hacerlo. Ese amor nos aconseja perdonar a quienes nos dañaron (toda enfermedad proviene de un estado de no perdonar). Por lo que esto del perdón se convierte en una de nuestras mejores inversiones.

Ese amor nos permite considerarnos merecedores de todo lo bueno... salud, amor, prosperidad económica y espiritual, etc. Al sabernos merecedores actuaremos como tales en nuestra mente, lugar donde se forjan los pensamientos positivos (sólo esos debemos elegir). Con pensamientos positivos crearemos los capítulos del nuevo libro, nuestro futuro, nuestra realidad.

¿Entonces no sirvió de nada el libro anterior?

Claro que sí. Es de allí de donde surgieron las ideas anteriores, gestadoras del nuevo libro. Se confirma aquella frase de "sólo perdemos si perdemos el mensaje".

(Raquel Bazán)

miércoles, noviembre 29, 2006

• Cerrando círculos

Como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos. Lo importante es poder "dejar ir" momentos de la vida que se van clausurando. ¿Terminaste con tu trabajo? ¿Se acabó la relación? ¿Ya no vives más en esa casa? ¿Debes irte de viaje? La amistad ¿se acabó?

Puedes pasar mucho tiempo de tu presente "moviéndote" en los por qué, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste va a ser infinito porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanas, tus padres, todos y todas estamos abocados a ir cerrando capítulos. A pasar la hoja. A terminar con etapas o con momentos de la vida y seguir para adelante. No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué... Lo que sucedió, sucedió...

Y hay que soltar, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quienes no quieren estar vinculados a nosotros. No, ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!

Por eso a veces es tan importante romper fotos, quemar cartas, destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa. Papeles por romper, documentos por botar, libros por vender o regalar. Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Dejar ir, soltar, desprenderse.

En la vida nadie juega con las cartas marcadas y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que pasar la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente. El pasado ya pasó. No esperes que te devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que "alguna vez se den cuenta de quién eres tú". ¡No, suelta!

La vida va para adelante, nunca para atrás. Porque si andas por la vida dejando puertas abiertas, "por si acaso", nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. Noviazgos o amistades que no clausuran, posibilidades de "regresar" (¿a qué?), necesidad de aclaraciones, palabras que no se dijeron, silencios que lo invadieron. ¡Si puedes enfrentarlos hazlo ahora! Y si no, pues déjalo ir, cierra capítulos. Di a ti mismo que no, que no vuelve. Pero no por orgullo ni por soberbia sino porque tú ya no encajas allí, en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en ese escritorio, en esa oficina, tú ya no eres el mismo que se fue, hace dos días, hace tres meses, hace un año, por lo tanto, no hay nada a que volver.

Cierra la puerta, pasa la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo ni el entorno al que regresas será igual porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida. Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo, nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a este mundo llegaste sin ese adhesivo, sin nada. Por lo tanto es "costumbre" vivir pegado a ese "adhesivo" y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir. Es un proceso de aprender a desprenderse y humanamente se puede lograr porque, te repito, nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad.

Pero cierra, clausura, limpia, bota, oxigena, despréndete, sacude, suelta. Hay tantas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad.

¡Esa es la vida!

domingo, noviembre 26, 2006

• A partir de hoy…

Tu vida puede tomar uno de dos rumbos. La única manera de salir adelante en la vida es no culpar a los demás de lo que te sucede.
Tu eres el arquitecto de tu vida, y si la vida no te ha sido muy favorable hasta ahora, el futuro puede cambiar y depende especialmente de ti.

Si has tenido muchos fracasos, estás en una excelente posición para comenzar una nueva vida, pues eres experto en conocer cómo no deben hacerse las cosas. Cuando tú sabes qué es lo errado, no lo repetirás en el futuro y te acercarás cada vez más al éxito.

A partir de hoy tu vida puede tomar uno de dos rumbos: el éxito o el fracaso. La felicidad o la infelicidad. Es tu decisión cuál camino tomar y tienes igual oportunidad de seguir uno u otro sendero. Tienes las mismas posibilidades para cualquiera de los dos.

La forma de tomar el sendero del triunfo es... ¡dejar de culpar a los demás! Asumir tu propia responsabilidad y virar hacia una actitud mental positiva y constructiva.

Elimina los "si no fuera por..."

"Si no fuera por mis padres yo habría hecho..."
"si no fuera por este gobierno, yo estaría..."
"si hubiera tenido dinero..."
"si me consideraran en la oficina..."

Nada soluciona el culpar a los demás. Si las cosas te sucedieron, es en gran parte tu responsabilidad. Asúmela y tu vida cambiará.

(Sergio Valdivia)

miércoles, noviembre 15, 2006

• No te metas en mi vida...

Esto lo analizó un sacerdote: Hoy que estoy profundizando mis estudios teológicos en la familia, sus valores, sus principios, sus riquezas, sus conflictos, recordaba una ocasión en que escuché a un joven gritarle a su padre: ¡No te metas en mi vida!

Ésta frase caló hondamente en mí, tanto, que frecuentemente la recuerdo y comento en mis conferencias con padres e hijos.
¿Si en vez de sacerdote, hubiese optado por ser padre de familia, qué respondería a esa pregunta inquisitiva de mi hijo? Esta podría ser mi respuesta:

¡Hijo, un momento, no soy yo el que me meto en tu vida, tú te has metido en la mía!

Hace muchos años, gracias a Dios, y por el amor que mamá y yo nos tenemos, llegaste a nuestras vidas, ocupaste todo nuestro tiempo, aún antes de nacer, mamá se sentía mal, no podía comer, todo lo que comía lo devolvía, y tenía que guardar reposo. Yo tuve que repartirme entre las tareas de mi trabajo y las de la casa para ayudarla.

Los últimos meses, antes de que llegaras a casa, mamá no dormía y no me dejaba dormir. Los gastos aumentaron increíblemente, tanto que gran parte de lo nuestro se gastaba en ti en un buen médico que atendiera a mamá y la ayudara a llevar un embarazo saludable, en medicamentos, en la maternidad, en comprarte todo un guardarropa, mamá no veía algo de bebé, que no lo quisiera para ti, un vestido, un moisés, todo lo que se pudiera, con tal de que tú estuvieras bien y tuvieras lo mejor posible.

¿No te metas en mi vida?

Llegó el día en que naciste: hay que comprar algo para darles de recuerdo a los que te vinieran a conocer, dijo mamá, hay que adaptar un cuarto para el bebé.

Desde la primera noche no dormimos. Cada tres horas como si fueras una alarma de reloj nos despertabas para que te diéramos de comer, otras te sentías mal y llorabas y llorabas, sin que nosotros supiéramos que hacer, pues no sabíamos qué te sucedía y hasta llorábamos contigo.

¿No te metas en mi vida?

Empezaste a caminar, yo no sé cuando he tenido que estar más detrás de ti, si cuando empezaste a caminar o cuando creíste que ya sabías.
Ya no podía sentarme tranquilo a leer el periódico o a ver una película o el partido de mi equipo favorito, porque para cuando acordaba, te perdías de mi vista y tenía que salir tras de ti para evitar que te lastimaras...

¿No te metas en mi vida?

Todavía recuerdo el primer día de clases, cuando tuve que llamar al trabajo y decir que no podría ir, ya que tú en la puerta del colegio no querías soltarme y entrar, llorabas y me pedías que no me fuera, tuve que entrar contigo a la escuela, que pedirle a la maestra que me dejara estar a tu lado, un rato, ese día en el salón para que fueras tomando confianza.

A las pocas semanas no sólo ya no me pedías que no me fuera, hasta te olvidabas de despedirte cuando bajabas del auto corriendo para encontrarte con tus amiguitos

¿No te metas en mi vida?

Seguiste creciendo, ya no querías que te lleváramos a tus reuniones, nos pedías que una calle antes te dejáramos y pasáramos por ti una calle después, por que ya eras cool, top, no querías llegar temprano a casa, te molestabas si te marcábamos reglas, no podíamos hacer comentarios acerca de tus amigos, sin que te volvieras contra nosotros, como si los conocieras a ellos de toda la vida y nosotros fuéramos unos perfectos desconocidos para ti.

¿No te metas en mi vida?

Cada vez sé menos de ti por ti mismo, sé mas por lo que oigo de los demás, ya casi no quieres hablar conmigo, dices que nada más te estoy regañando, y todo lo que yo hago está mal, o es razón para que te burles de mí, pregunto: con esos defectos te he podido dar lo que hasta ahora tienes.

Mamá se la pasa en vela y de pasada no me deja dormir a mí diciéndome: que no has llegado y que es de madrugada, que tu celular está desconectado, que ya son las 3:00 y no llegas. Hasta que por fin podemos dormir cuando acabas de llegar.

¿No te metas en mi vida?

Ya casi no hablamos, no me cuentas tus cosas, te aburre hablar con viejos que no entienden el mundo de hoy. Ahora sólo me buscas cuando hay que pagar algo o necesitas dinero para la universidad, o salir, o peor aún, te busco yo, cuando tengo que llamarte la atención.

¿No te metas en mi vida?

Pero estoy seguro que ante estas palabras: "No te metas en mi vida", podemos responder juntos: ¡Hijo, yo no me meto en tu vida, tú te has metido en la mía, y te aseguro, que desde el primer día, hasta el día de hoy, no me arrepiento que te hayas metido en ella y la hayas cambiado para siempre!

Mientras estemos vivos, nos meteremos en tu vida, así como te metiste en la nuestra. Para ayudarte, para formarte, para amarte y para hacer de tí una persona de bien.

Sólo los padres que saben meterse en la vida de sus hijos logran hacer de éstos, hombres y mujeres que triunfen en la vida y sean capaces de amar.

Papás: ¡Muchas gracias! por meterse en la vida de sus hijos, ahhh.. más bien -corrijo- ¡por haber dejado que sus hijos se metan en sus vidas!

Para ustedes hijos: valoren a sus padres, no son perfectos, pero los aman, y lo único que desean es que ustedes sea capaces de salir adelante en la vida y triunfar como hombres de bien.

La vida da muchas vueltas, y en menos de lo que ustedes se imaginen alguien te dirá…

¡No te metas en mi vida!

La paternidad no es un capricho o un accidente, es un don de Dios, que nace del Amor. Dios los bendiga a todos.

domingo, noviembre 12, 2006

• La antorcha

¿Hay un periodo mágico cuando los hijos se hacen responsables por sus propias acciones?...
¿Es que hay un momento maravilloso cuando los padres nos convertimos en sólo espectadores en la vida de nuestros hijos y sólo nos alzamos de hombros y decimos: "Es la vida de ellos" , sin sentir nada?

Cuando estaba en mis 20 años estaba en el pasillo de un hospital esperando a que los doctores pusieran unos puntos en la cabeza de mi hijo y pregunté:
¿"Cuándo es que pararé de preocuparme"? La enfermera dijo: "cuando salgan de la etapa de accidentes". Mi mamá apenas sonrió y no dijo nada.

Cuando estaba en mis 30 años me senté en una pequeña silla en una clase y oí como uno de mis hijos hablaba incesantemente interrumpiendo la clase y moviéndose continuamente. Casi como que me hubiera leído la mente la maestra me dijo: "No se preocupe, todos ellos pasan por esta etapa y luego usted podrá sentarse tranquila, relajarse y disfrutarlos". Mi mamá apenas sonrió y no dijo nada.

Cuando estaba en mis 40, me pasaba la vida esperando a que el teléfono sonara, a que los coches llegaran a casa, a que la puerta de la casa se abriera. Una amiga me dijo: "No te preocupes, en unos años vas a poder dejar de preocuparte. Ellos ya serán adultos". Mi mamá apenas se sonrió y no dijo nada.

Ya cuando estaba en mis 50, estaba cansada y harta de ser vulnerable. Todavía me estaba preocupando por mis hijos, pero también ya se notaba una arruga nueva en mi frente aunque no podía hacer nada acerca de ello... Mi mamá apenas sonrió y no dijo nada.

Yo continué angustiándome con sus fracasos, apenándome por sus tristezas y absorbida en sus decepciones. Mis amigos me decían que cuando mis hijos se casaran yo iba a poder dejar de preocuparme y llevar mi propia vida. Yo quería creerles pero me asaltaba el recuerdo de la cálida sonrisa de mi mamá y su ocasional: "Luces pálida hija, estás bien? ¿Estás deprimida por algo?

Es que ¿puede ser que los padres estemos sentenciados a una vida de preocupaciones? Es que la preocupación por nuestros hijos se entrega como una antorcha de unos a otros para que arda el camino de las fragilidades humanas y el miedo a lo desconocido?

¿Es la preocupación una maldición o es una virtud que nos eleva a lo más alto de la vida humana?

Un día uno de mis hijos se irritó bastante conmigo. Me dijo: ¿¿¿"Dónde estabas??? Desde ayer que te estoy llamando y nadie me respondía.¡¡¡Estaba muy preocupado"!!!
Y yo sólo me sonreí con una cálida sonrisa y no dije nada.

La antorcha había sido entregada.

sábado, noviembre 04, 2006

• Padres

Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de él. Trepaba al árbol hasta el tope y él le daba sombra. Él amaba al árbol y el árbol amaba al niño.
Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol.

Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste:
"¿Vienes a jugar conmigo?" pero el muchacho contestó:
"Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles.Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos".
"Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero... Te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas. De esta manera tú obtendrás el dinero para tus juguetes".
El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste.

Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó:
"¿Vienes a jugar conmigo?"
"No tengo tiempo para jugar. Debo de trabajar para mi familia.Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos.
" ¿Puedes ayudarme?"...
" Lo siento, pero no tengo una casa, pero.. Tú puedes cortar mis ramas y construir tu casa".
El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario.

Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado.
"¿Vienes a jugar conmigo? Le preguntó el árbol.
El hombre contestó " Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno? ".
El árbol contestó: "Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz".
El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Luego se fue a navegar por un largo tiempo.

Finalmente regresó después de muchos años y el árbol le dijo:
"Lo siento mucho, pero ya no tenga nada que darte ni siquiera manzanas".
El hombre replicó "No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar... Por ahora ya estoy viejo".
Entonces el árbol con lágrimas en sus ojos le dijo, "Realmente no puedo darte nada...La única cosa que me queda son mis raíces muertas". Y el hombre contestó:
"Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años".
"Las viejas raíces de un árbol, son el mejor lugar para recostarse y descansar.Ven siéntate conmigo y descansa".
El hombre se sentó junto al árbol y este feliz y contento sonrió con lágrimas.

Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros.
El árbol son nuestros padres. Cuando somos niños, los amamos y jugamos con papá y mamá...
Cuando crecemos los dejamos... sólo regresamos a ellos cuando los necesitamos o estamos en problemas...
No importa lo que sea, ellos siempre están allí para darnos todo lo que puedan y hacernos felices.
Tú puedes pensar que el muchacho es cruel contra el árbol, pero es así como nosotros tratamos a nuestros padres...
Valoremos a nuestros padres mientras los tengamos a nuestro lado y si ya no están, que la llama de su amor viva por siempre en tu corazón y su recuerdo te dé fuerza cuando estás cansado...

(Rene Tissera)