sábado, octubre 21, 2006

• ¿Dónde están las manos de Dios?

Cuando observo el campo sin arar, cuando los aperos de labranza están olvidados, cuando la tierra está quebrada... me pregunto ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando observo la injusticia, la corrupción, el que explota al débil; cuando veo al prepotente pedante enriquecerse del ignorante y del pobre, del obrero y del campesino carente de recursos para defender sus derechos... me pregunto ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando contemplo a esta anciana olvidada; cuando su mirada es nostalgia y balbucea todavía algunas palabras de amor por el hijo que la abandonó... me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando veo al moribundo en su agonía llena de dolor; cuando observo a su pareja y a sus hijos deseando no verle sufrir; cuando el sufrimiento es intolerable y su lecho se convierte en un grito de súplica de paz, me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando miro a ese joven antes fuerte y decidido, ahora embrutecido por la droga y el alcohol, cuando veo titubeante lo que antes era una inteligencia brillante y ahora harapos sin rumbo ni destino, me pregunto ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando a esa chiquilla que debería soñar en fantasías, la veo arrastrar su existencia y en su rostro se refleja ya el hastío de vivir, y buscando sobrevivir se pinta la boca y se ciñe el vestido y sale a vender su cuerpo, me pregunto... ¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando aquel pequeño a las tres de la madrugada me ofrece su periódico, su miserable cajita de dulces sin vender, cuando lo veo dormir en la puerta de un zaguán titiritando de frío, con unos cuantos periódicos que cubren su frágil cuerpecito, cuando su mirada me reclama una caricia, cuando lo veo sin esperanzas vagar con la única compañía de un perro callejero, me pregunto: ¿dónde estarán las manos de Dios?

Y me enfrento a Él y le pregunto: ¿dónde están tus manos Señor? para luchar por la justicia, para dar una caricia, un consuelo al abandonado, rescatar a la juventud de las drogas, dar amor y ternura a los olvidados.

Después de un largo silencio escuche su voz que me reclamó, "no te das cuenta que tú eres mis manos, atrévete a usarlas para lo que fueron hechas, para dar amor y alcanzar estrellas".

Y comprendí que las manos de Dios somos "TU y YO", los que tenemos voluntad, el conocimiento y el coraje para luchar por un mundo más humano y justo, aquellos cuyos ideales sean tan altos que no puedan dejar de acudir a la llamada del destino, aquellos que desafiando el dolor, la crítica y la blasfemia se reten a si mismos para ser las manos de Dios.

Señor, ahora me doy cuenta que mis manos están sin llenar, que no han dado lo que deberían dar, te pido perdón por el amor que me distes y que no he sabido compartir, las debo de usar para amar y conquistar la grandeza de la Creación.

El mundo necesita esas manos, llenas de ideales y estrellas, cuya obra magna sea contribuir día a día, a forjar una nueva civilización, que busquen valores superiores, que compartan generosamente lo que Dios nos ha dado y puedan al final llegar vacías, porque entregaron todo el amor, para lo que fueron creadas y Dios seguramente dirá: ¡ESAS SON MIS MANOS!

miércoles, octubre 18, 2006

• Tener y retener

Las realidades más grandes y más bellas, las tendrás cuanto menos las poseas y las retengas.

Si quieres tener el mar, contémplalo, abre tus manos en sus aguas y todo el mar estará en ellas, porque si las cierras para retenerlo, se quedarán vacías.
Si quieres tener un amigo peregrino, déjalo marchar, porque si lo retienes para poseerlo... lo estarás perdiendo y tendrás un prisionero.

Si quieres tener el viento, extiende tus brazos, abre tus manos y todo el viento será tuyo.
Si quieres tener a tu hijo, déjalo crecer, déjalo partir y que se aleje, lo tendrás maduro a su regreso, porque si lo retienes, lo pierdes para siempre...

Si quieres tener el sol,abre los ojos, si los cierras te quedarás a oscuras..
Si quieres vivir el gozo de tener, libérate de la manía de poseer y retener.

Goza de la mariposa que revolotea, goza del río que corre huidizo, goza de la flor que se abre cara al cielo.

GOZA TENIENDO TODO SIN POSEERLO SIN RETENERLO

sábado, octubre 14, 2006

• La madre, la mejor obra de Dios

Dios, que estaba ocupado en crear a las madres, llevaba ya seis días trabajando horas extraordinarias, cuando un ángel se le presentó y le dijo:
- “Te afanas demasiado, Señor”.

El Señor repuso: - Pero no te das cuenta que esta criatura tiene que ser lavable de pies a cabeza, sin ser de plástico y que tiene que llevar cien piezas movibles, todas reemplazables, funcionar a base de café negro y de las sobras de comida, que tiene que poseer un regazo capaz de desaparecer cuando se ponga de pie, un beso capaz de curar todo, desde una pierna rota hasta un amor frustrado y tener seis pares de manos.

Y el ángel confundido observó: -¿Seis pares de manos Señor? ¡Eso no es posible!
- No son las manos el problema-, agregó el Señor,- sino los tres pares de ojos
- ¿Y eso es para el modelo normal? preguntó el ángel.

Y el Señor le explicó: - uno para ver a través de la puerta siempre que pregunte ¿niños, que están haciendo ahí adentro? Aunque ya lo sepa muy bien; otro detrás de la cabeza para ver lo que más le valiera ignorar, pero que precisa saber; y desde luego los de adelante, para mirar a un niño en apuros y decirle, sin pronunciar siquiera una palabra: “te entiendo hijo y te quiero mucho”.

El ángel le tiró de la manga y advirtió mansamente:
- Vale más que te vayas a la cama señor, mañana será otro día.
- No puedo... y además creo que me falta poco,. dijo el Señor agregando: - ya hice una que se cura por si sola cuando enferma; que es capaz de alimentar a una familia con un poco de frijol y de persuadir a un niño de cuatro años que se esté quieto mientras lo baña.

Lentamente, el ángel dio la vuelta en torno a uno de los modelos maternales diciendo:
- Me parece demasiado delicada, comentó con un suspiro.
- Pero es muy resistente- aseguró Dios emocionado, -no tienes idea de lo que es capaz de hacer y sobrellevar.
- ¿Podrá pensar?- preguntó el ángel.
- Claro, y razonar también,- respondió el Señor.

Por último el ángel se inclinó y pasó un dedo por la mejilla del modelo, diciendo:
- ¡Tiene una fuga!- y dijo Dios: - No es una fuga, es una lágrima.
- ¿Y... para qué sirve?-, dijo el ángel.
- Para expresar gozo, aflicción, desengaño, pesadumbre, soledad y orgullo.
- Eres un genio Señor- , comentó el ángel

Y Dios, con un perfil de tristeza observó y dijo:
-“Yo no se la puse.”

(Anónimo)

viernes, octubre 13, 2006

• Que siempre te sientas amado

Que descubras la serenidad y tranquilidad en un mundo imposible de entender. Que el dolor que has vivido y los problemas que has experimentado, te den el poder de caminar por la vida enfrentando cada situación con optimismo y valor.

No olvides que habrá seres cuyo amor y comprensión siempre estarán contigo, aun cuando te sientas solo.

Que descubras suficiente bondad en otros para creer en un mundo de paz.

Que una palabra generosa, un abrazo y una sonrisa sean tuyos todos los días de tu vida y que puedas dar estos regalos tanto como recibirlos.

Recuerda el sol aun en medio de la tormenta. Enseña amor a aquellos que odian, y deja que ese amor te fortalezca.

Recuerda que aquellos seres cuyas vidas has tocado y aquellos otros que han dejado su huella en ti, siempre ocuparan un lugar especial en tu corazón.

No importa si el encuentro fue corto y no lo que tu esperabas o deseabas.

No te preocupes demasiado por lo material. Valoriza mas la bondad y generosidad que habitan en tu corazón.

Que encuentres tiempo cada día para apreciar la belleza y el amor que te rodean.

Date cuenta que como seres humanos tenemos muchas cosas en común pero en el fondo todos somos diferentes. Aprecia y respeta las diferencias.

Lo que sientes que careces en el presente puede ser tu fortaleza en el futuro.

Que veas un futuro lleno de posibilidades. Que encuentres suficiente fortaleza en tu interior para determinar por ti mismo tu valor, y no dependas de la opinión de otros para reconocer tus habilidades.

¡Que siempre te sientas amado!

jueves, octubre 12, 2006

• Bienaventuranzas de la mujer

BIENAVENTURADA LA MUJER que decide qué hacer y cómo hacer...
porque se sentirá representante y no sólo representada.

BIENAVENTURADA LA MUJER que no sólo lucha por un día...
porque caerá en la cuenta que todos los días del año son una llamada a trabajar por sus derechos y obligaciones.

BIENAVENTURADA LA MUJER que lejos de faltarle valor emprende cuaquier acción para no ver su conquista difícil...
porque comprobará que su voz será oportunamente certera y tenida en cuenta.

BIENAVENTURADA LA MUJER que es consciente del camino recorrido...
porque ello le animará a superar los obstáculos que todavía quedan por salvar en igualdad, oportunidades y condiciones.

BIENAVENTURADA LA MUJER que no se siente ni un lujo y menos un jarrón de adorno...
porque seguirá exigiendo, no una limosna, y sí aquello que en dignidad y justicia le corresponde.

BIENAVENTURADA LA MUJER que descubre que no es ni “menos ni más” sino que es un “igual”...
porque hará lo indecible para que nada ni nadie pueda infravalorar ni arrebatarle su iniciativa y dinamismo.

BIENAVENTURADA LA MUJER que se revuelve contra la violencia doméstica y denuncia sin miedo ni temblor los maltratos que la humillan...
porque hará comprender y visible el trecho que existe por el logro de sus derechos fundamentales.

BIENAVENTURADA LA MUJER que lee y escribe, estudia y se forma, cree ya ma, ríe y perdona, acompaña y ayuda, celebra y trabaja, la aveturera y la valiente, la emprendedora y justa...
porque será semilla y punto de referencia para aquellas otras que, aún en medio de los logros conseguidos, no pueden hablar ni sonreír, trabajar o triunfar, decidir o aconsejar... por ser postergadas a un segundo plano o al silencio que amordaza.

BIENAVENTURADA LA MUJER, que cuando le faltan fuerzas en la tierra... sabe mirar al cielo y escuchar la voz de DIOS: “Yo estaré contigo todos los días en todos tus afanes”.

BIENAVENTURADA LA MUJER que contemplando a María, no le importa como a ella romper moldes e ir contra corriente para irrumpir, también como ella, en la historia. Amén.
Autor: Padre Javier Leoz

viernes, octubre 06, 2006

• ¿Quién eres?

Por aquel entonces yo me quejaba de la gente. No sabía qué pasaba, pero me parecía que los demás no eran confiables; yo no sabía si era yo el que hacía siempre malas elecciones de las compañías, o la gente era diferente de lo que yo esperaba...

El caso es que siempre me sorprendía esperando a alguien que nunca llegaba, o cancelando programas a último momento porque alguien no había previsto no sé qué, o las más de las veces esperando eternamente en lugares de cita a amigos que por ninguna razón estaban dispuestos a llegar a la hora pactada...

¿Un cuento?

Aquel día Sinclair se levantó como siempre a las 7 de la mañana. Como todos los días, arrastró sus pantuflas hasta el baño y después de ducharse se afeitó y se perfumó. Se vistió con ropa bastante a la moda, como era su costumbre y bajó a la entrada a buscar su correspondencia. Allí se encontró con la primera sorpresa del día:

¡No había cartas!

Durante los últimos años su correspondencia había ido en aumento y era una parte importante de su contacto con el mundo. Un poco malhumorado por la noticia de la ausencia de noticias, apuró su habitual desayuno de leche y cereal (como recomendaban los médicos), y salió a la calle.

Todo estaba como siempre: los mismos vehículos de siempre transitaban las mismas calles y producían los mismos sonidos en la ciudad, que se quejaba igual que todos los días. Al cruzar la plaza casi tropezó con el profesor Exer, un viejo conocido con quien solía charlar largas horas sobre inútiles planteos metafísicos.

Lo saludó con un gesto, pero el profesor pareció no reconocerlo; lo llamó por su nombre pero ya se había alejado y Sinclair pensó que no había alcanzado a escucharlo.

El día había empezado mal y parecía que empeoraba con las posibilidades de aburrimiento que flotaban en su ánimo.

Decidió volver a casa, a la lectura y la investigación, para esperar las cartas que con seguridad llegarían aumentadas para compensar las no recibidas antes.

Esa noche, el hombre no durmió bien y se despertó muy temprano. Bajó y mientras desayunaba comenzó a espiar por la ventana para esperar la llegada del cartero.

Por fin lo vio doblar la esquina, su corazón dio un salto. Sin embargo el cartero pasó frente a su casa sin detenerse. Sinclair salió y llamó al cartero para confirmar que no había cartas para él. El empleado le aseguró que nada había en su bolso para ese domicilio y le confirmó que no había ninguna huelga de correos, ni problemas en la distribución de cartas de la ciudad.

Lejos de tranquilizarlo, esto lo preocupó más todavía. Algo estaba pasando y él debía averiguarlo. Buscó una chaqueta y se dirigió a casa de su amigo Mario.

Apenas llegó, se hizo anunciar por el mayordomo y esperó en la sala de estar a su amigo, que no tardó en aparecer. El hombre avanzó al encuentro del dueño de casa con los brazos extendidos, pero este se limitó a preguntar:

— Perdón señor, ¿nos conocemos?

El hombre creyó que era una broma y rió forzadamente presionando al otro a servirle una copa. El resultado fue terrible: el dueño de casa llamó al mayordomo y le ordenó echar a la calle al extraño, que ante tal situación se descontroló y comenzó a gritar y a insultar, como avalando la violencia del fornido empleado que lo empujó a la calle....

Camino a su casa, se cruzó con otros vecinos que lo ignoraron o actuaron con él como si fuera un extraño. Una idea se había apoderado del hombre: había una confabulación en su contra, y él había cometido una extraña falta hacia aquella sociedad, dado que ahora lo rechazaba tanto como algunas horas antes lo valoraba.

No obstante, por más que pensaba, no podía recordar ningún hecho que pudiera haber sido tomado como ofensa y menos aun, alguno que involucrara a toda una ciudad.

Durante dos días más, se quedó en su casa esperando correspondencia que no llegó o la visita de alguno de sus amigos que, extrañado por su ausencia, tocara su puerta para saber de él; pero no hubo caso, nadie se acercó a su casa. La señora de la limpieza faltó sin aviso y el teléfono dejó de funcionar.

Entonado por una copita de más, la quinta noche Sinclair se decidió a ir al bar donde se reunía siempre con sus amigos, para comentar las pavadas cotidianas. Apenas entró, los vio como siempre en la mesa del rincón que solían elegir. El gordo Hans contaba el mismo viejo chiste de siempre y todos lo festejaban como era costumbre.

El hombre acercó una silla y se sentó. De inmediato se hizo un lapidario silencio, que marcaba la indeseabilidad del recién llegado. Sinclair no aguantó más:

— ¿Se puede saber qué les pasa a todos conmigo? Si hice algo que les molestó, díganmelo y se terminó, pero no me hagan esto que me vuelve loco...

Los otros se miraron entre sí entre divertidos y fastidiados. Uno de ellos hizo girar su índice sobre su sien, diagnosticando al recién llegado. El hombre volvió a pedir una explicación, luego rogó por ella y por último, cayó al suelo implorando que le explicaran por qué le hacían eso a él. Sólo uno de ellos quiso dirigirle la palabra:

— Señor: ninguno de nosotros lo conoce, así que nada nos hizo. De hecho, ni siquiera sabemos quién es usted...

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos y salió del local, arrastrando su humanidad hasta su casa. Parecía que cada uno de sus pies pesaba una tonelada.

Ya en su cuarto, se tiró en la cama. Sin saber cómo ni por qué, había pasado a ser un desconocido, un ausente. Ya no existía en las agendas de sus corresponsales ni en el recuerdo de sus conocidos y menos aún en el afecto de sus amigos.

Como un martilleo aparecía un pensamiento en su mente, la pregunta que otros le hacían y que él mismo se empezaba a hacer:

¿Quién eres?

¿Sabía él realmente contestar esta pregunta?

Él sabía su nombre, su domicilio, el talle de su camisa, su número de documento y algunos otros datos que lo definían para los demás; pero fuera de eso:

¿Quién era, verdadera, interna y profundamente?

Aquellos gustos y actitudes, aquellas inclinaciones e ideas, ¿eran suyos verdaderamente? ¿o eran como tantas otras cosas: un intento de no defraudar a otros que esperaban que él fuera el que había sido?

Algo empezaba a estar claro: el ser un desconocido lo liberaba de tener que ser de una manera determinada. Fuera él como fuera, nada cambiaría en la respuesta de los demás. Por primera vez en muchos días, encontró algo que lo tranquilizó: esto lo colocaba en una situación tal, que podía actuar como se le ocurriera sin buscar ya la aprobación del mundo. Respiró hondo y sintió el aire como si fuera nuevo, entrando en los pulmones. Se dio cuenta de la sangre que fluía por su cuerpo, percibió el latido de su corazón y se sorprendió de que por primera vez NO TEMBLABA.

Ahora que por fin sabía que estaba solo, que siempre lo había estado, ahora que sabía que sólo se tenía a sí mismo, ahora... podía reír o llorar... pero por él y no por otros.

Ahora, por fin, lo sabía: SU PROPIA EXISTENCIA NO DEPENDÍA DE OTROS. Había descubierto que le fue necesario estar solo para poder encontrarse consigo mismo...

Se durmió tranquila y profundamente y tuvo hermosos sueños... Despertó a las diez de la mañana, descubriendo que un rayo de sol entraba a esa hora por la ventana e iluminaba su cuarto en forma maravillosa.

Sin bañarse, bajó las escaleras tarareando una canción que nunca había escuchado y encontró debajo de su puerta una enorme cantidad de cartas dirigidas a él.

La señora de la limpieza estaba en la cocina y lo saludó como si nada hubiera sucedido.

Y por la noche en el bar, parecía que nadie había registrado aquella terrible noche de locura. Por lo menos, nadie se dignó a hacer algún comentario al respecto.

Todo había vuelto a la normalidad...

Salvo él, por suerte, él, que nunca más tendría que rogarle a otro que lo mirara para poder saberse... él, que nunca más tendría que pedirle al afuera que lo definiera... él, que nunca más sentiría miedo al rechazo...

Todo era igual, salvo que ese hombre nunca más se olvidaría de quién era.

— Y éste es el cuento...

Cuando no tienes registro de tu dependencia frente a la mirada de los otros, vives temblando frente al posible abandono de los demás que, como todos, aprendiste a temer.

Y el precio para no temer es acatar, es ser lo que los demás, "que tanto nos quieren", nos presionan a ser, nos presionan a hacer y nos presionan a pensar.

Si tienes "la suerte" del personaje de este cuento de Papini y el mundo, en algún momento, te da la espalda, no tendrás más remedio que darte cuenta de lo estéril de tu lucha.

Pero si no sucede así, si tienes la "desdicha" de ser aceptado y halagado, entonces... estás abandonado a tu propia conciencia de libertad, estás forzado a decidir: acatamiento o soledad; estás atrapado entre ser lo que debes ser o no ser nada para nadie..

Y de allí en más... podrás ser, pero sólo, sólo y sólo para ti...