
Se encontró aturdida al pie de la luz, se dió cuenta asombrada de que le faltaba una pata y... ¡las puntas de sus alas se le habían chamuscado!
-¿Qué me ha sucedido? - se preguntó, sin encontrar explicación.
De ningún modo podía admitir que de una cosa tan bella como una llama pudiese venir ningún daño; así que, después de haber recuperado algo las fuerzas, de un aletazo emprendió el vuelo. Revoloteó unos instantes y de nuevo se dirigió hacia la llama para posársele encima. Pero enseguida cayó abrasada, en el aceite que alimentaba la llama.
-Maldita luz- murmuró la mariposa al borde de la muerte-. Creí encontrar en tí la felicidad, y en lugar de ella he hallado la muerte. Lloro por mi loco deseo, porque he conocido demasiado tarde, y para daño mío, tu naturaleza peligrosa.
-!Pobre mariposa! -respondió la luz- Yo no soy el sol, como ingenua creíste. Yo sólo soy una llama y el que no sabe usarme con prudencia se quema.
Pregunta:
Y tú?... ¿Eres llama? ¿Eres mariposa?, seguramente que ya te has quemado alguna vez ¿verdad? Nunca olvides que las cosas que te atraen, pueden hacerte daño, son las cosas que no te atraen las que muchas veces te pueden hacer feliz.
Dime... piensa... ¿Eres mariposa? ¿eres llama? ¿Qué eres?
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